Sylvia Plath



ESPEJO


Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos.
Cuanto veo, lo trago inmediatamente
Tal cual es, sin empañar por amor o desagrado.
No soy cruel, sólo veraz:
Ojo de un pequeño dios, cuadrangular.
Casi todo el tiempo medito en la pared de enfrente.
Es rosada, con lunares. La he mirado tanto tiempo
Que creo que es parte de mi corazón. Pero fluctúa.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
Buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las bujías o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Que viene y se va.
Todas las mañanas su cara reemplaza la oscuridad.
En mí ella ahogó a una muchachita y en mí una vieja
Se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz.



FILO es el último poema

La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo

muerto muestra la sonrisa de realización;
La apariencia de una necesidad griega

fluye por los pergaminos de su toga;
sus pies

desnudos parecen decir:
hasta aquí hemos llegado, se acabó.

Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña

jarra de leche, ahora vacía.
Ella los ha plegado

de nuevo hacia su cuerpo; así los pétalos
de una rosa cerrada, cuando el jardín

se envara y los olores sangran
de las dulces gargantas profundas de la flor de la noche.

La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.

Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crujen y se arrastran.

Traducción del poema: Jordi Doce

Silvia Plath nació en Boston, Massachussets, Estados Unidos, el 27 de octubre de 1932. 
Es una de las voces claves de la poesía del siglo XX, considerada por algunos críticos una exponente de la poesía confesional. Los elementos biográficos están plenamente transmutados por la función universalizadora del mito; su apertura al inconsciente alcanzó un extraordinario desarrollo. Todos, como Silvia Plath, tenemos ese grito sofocado en algún lugar de nuestro interior, pero sólo un gran poeta, un gran creador, puede ir hacia él y tornarlo sinfonía. Con su talento y un total dominio de la lengua, abordó lo que hay de existencial en el padecer de la vida.
No hay, como en el caso de Vallejos o Varela, una interpelación a Dios, hay un adentrarse en las sombras del psiquismo, una renuncia al hilo de Ariadna que podría rescatarla de la muerte, pero no del sufrimiento. 
Su poesía se caracteriza por sus brillantes metáforas y "por convertir el horror en belleza", como bien dice Maria Julia De Ruschi Crespo en el prólogo de la colección “Los Grandes Poetas”.

Su obra: El coloso (1960), Ariel (1965) considerado como su mejor libro de poemas que, al igual que la poesía posterior publicada después de su suicidio, refleja una obsesión creciente por la muerte. Poemas completos, que ganó el Premio Pulitzer en 1982, fue editado por su marido en 1981.
La campana de cristal (1963), novela que publicó con el seudónimo de Victoria Lewis.
Su correspondencia: Cartas a casa, 1950-1963, preparada por su madre se publica en 1975. Otras obras, publicadas póstumamente, son Cruzando el agua (1971) y Árboles de invierno (1972), ambos libros de poesía, y Johnny Panic y la Biblia de sueños, libro de cuentos.
El 11 de septiembre de 1963 se suicidó.