Aunque la idea no es mía esto no es un plagio en
realidad
porque la poesía no se hace con ideas ni tampoco
tocando el violín
pero lo cierto el que el año pasado en México
Distrito Federal
donde viven los chilangos
conocí a un señor con bigotes (mexicanos) y ceceoso
que estaba para jubilarse como personaje de algunas
novelas o cuentos
que explicaba muy orondo a la hora del desayuno:
que el había trabajado en uno de esos relatos
fantásticos de Praga
haciendo de cuchara y que al autor y al él mismo
les había ido
bastante bien según decía con orgullo o fingida
indiferencia;
y que en otra historia había trabajado de cazador de
codornices
en el bosque
y que la señora dueña de casa lo visitaba en el “cottage”
con insistencia (desnuda) y se acostaba con él bajo
la lluvia.
a espaldas de su marido paralítico
aunque ambos hablaban en inglés.
Ahora trataba de jubilarse decorosamente y exhibía
esos libros
como prueba de situación de revista
como los empleados a sueldo que han cumplido
la edad Kafkiana de su retiro más previsible, antes de
la muerte.
No le quise arruinar ese orgullo casero
porque lo vi muy viejo y cansado,
pero a punto estuve de decirle que como poeta yo
había trabajado
en el Canto General entre los conquistadores de
América, al lado de Neruda.
O mejor todavía que yo también estaba enterrado
en el cementerio de Spoon River aunque el Marmolejo
se había olvidado de poner mi nombre entre las lápidas.
Cosas como esas que a uno se le ocurren como
conducta en los velorios
cuando el muerto se ha quedado solitario
tristemente solo
entre las flores de la madrugada,
o entras reuniones de profesores donde se barajan
lúcidas teorías científicas sobre la literatura de
ficción
o sobre la metamorfosis de los géneros desde
Apuleyo o Cervantes
hasta Milan Kundera.
Alfredo Veiravé
Laboratorio central
Editorial Sudamericana, 1991
Foto: Carlos Altschul
Materias didácticas del fuego
1
"Los troncos grandes son más díficiles de encender
pero duran después,
mucho más tiempo que los
pequeños".
.
Por analogía,
estallan los fuegos de artificio y
mueren en
las noches de
San Juan; permanecen en cambio /
los
héroes
espontáneos de la autocrítica inflexible
¿acaso un Valéry,
un Rilke, un
Molinari?: el placer del tejido
que se hace y
se deshace, una y otra vez, en el
cuerpo de
Penélope.
Esto también se verifica en el sueño.
No depende de
la altura de los lapachos,
carobeiras o paltas,
sino del deseo
de los círculos concéntricos /
de las direcciones
semejantes de sus vetas /
de los patos
silvestres que al gritar por las bocas
de los
amantes ¿se
pierden en el tiempo?
2
"Un tronco solo no se enciende jamás: hacen falta
que tengan la misma imaginación del fuego".
Después, cuando
se juntan con la misma ansiedad,
todas las luces
de la pista de
aterrizaje, se encienden,
y los
aeropuertos, y los supermercados, y las
ciudades modernas,
refulgen y
provocan multitudes: energías,
atracciones
físicas, su mano que acaricia
el lomo de los
potros en celo, el mito
de un Jano en
el desierto, que ya no son dos (2)
sino tres (3)
enigmáticos números pares o impares que brillan en el
fuego
del Paraíso, donde Adán y Eva devoran la manzana
del
instante.
3
"Para que el fuego se encienda debe ser mirado y
acompañado".
Ver como crece
de una frágil ramita, de una piña
del pino,
de un cabello
de mujer, oculto en el humo, que
de pronto
estalla en
lenguas movedizas.
El poema también sirve para mirar; para ver en él, lo
que no está
escrito todavía.
Metáforas de la
soledad o la alegría del idioma, el
picaflor
que introduce
su pico en la flor roja, agitándola.
Los años
compartidos, al despertar, las chispas
saltarinas.
4
"Nunca hay que apurarlo." Él tiene su tiempo, como
el amor.
Según los
tratados de los alquimistas, fundadores de
la química moderna,
el fuego
se encuentra en
todas partes: en el oro, en las hojas
del papiro,
en tus
costillas de mujer / en el cautiverio
de las
moléculas que se atraen. Por eso
hay que
vigilarlo de cuclillas, como hace el inventor
de las trasmutaciones;
cuando de
rodillas, reclina la cabeza y se adormece
en la curva,
tensa de tu vientre redondo; tibio
nido de mujer, fuera de la historia.
5
"Para reencender el fuego hay que sacar todas las
cenizas del día
anterior y elegir de esa memoria las pequeñas o
juntarlas."
Si uno sabe
esperar, el ciclo recomienza, la llama se
propaga,
pero no
imprevistamente: un humo denso, una
ráfaga
como de
tormenta con sus remolinos de furia
contenida
el brillo de
los ojos, un cambio en la conciencia
del trapecista
que camina por la cuerda tensa,
preceden al
estallido del amor.
No sería extraño que a partir de ese momento
se cumplan los
mitos de la pareja
en la desnudez
del fuego.
Alfredo Veiravé
Laboratorio central
Editorial Sudamericana, 1991
Foto: Carlos Altschul
Alfredo Veiravé, (1928 -1991) Poeta, ensayista, crítico argentino.
Libros publicados: El alba, el río y tu presencia 1951),Después del alba, el ángel (1955), El ángel y las redes (1960), Destrucciones y un jardín de la memoria (1965), Puntos luminosos (1970), El imperio milenario (1973), La máquina del tiempo (1976), Historia natural(1980), Radar en la tormenta (1985), Laboratorio central (1991).
Libros publicados: El alba, el río y tu presencia 1951),Después del alba, el ángel (1955), El ángel y las redes (1960), Destrucciones y un jardín de la memoria (1965), Puntos luminosos (1970), El imperio milenario (1973), La máquina del tiempo (1976), Historia natural(1980), Radar en la tormenta (1985), Laboratorio central (1991).
Obtuvo los siguiente premios: Faja de Honor de la SADE (1955). Premio Leopoldo Lugones de la SADE y el Fondo Nacional de las Artes (1960 y 1963). En 1982 recibió el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. La Academia Argentina de Letras lo designó Académico de número, con residencia en el Chaco.
Álvaro Mutis señala en lo que bien podría llamarse el post-logo de "Laboratorio Central", “Alfredo Veiravé es a mi juicio uno de los grandes de nuestra época y de nuestra lengua.”
Álvaro Mutis señala en lo que bien podría llamarse el post-logo de "Laboratorio Central", “Alfredo Veiravé es a mi juicio uno de los grandes de nuestra época y de nuestra lengua.”